Lo tiene Rodolfo Mederos y se ve en decenas de videos donde el tango es protagonista de la mano de grandes artistas. Alguna vez también lo tuvo el gran “Pichuco” Troilo cuando entonó “Che bandoneón”, aquel tango al que Homero Manzi le puso letra, y el "Bandoneón Mayor de Buenos Aires" estrenó en el amanecer de 1950 en una audición de Radio El Mundo. El bandoneón Doble A alemán es sinónimo de aquel instrumento, quizás el más nostálgico de todos, aquel que a través de su fuelle y sus notas invita al recuerdo, la melancolía y el disfrute. ¿Qué amante de la música no disfruta del sonido de un bandoneón?

Los que saben dicen que hay pocos Doble A originales en el mundo y algunos están en Argentina, cuna del tango y de grandes artistas, reconocidos más allá de las fronteras, entre ellos el gran Astor Piazzolla, el bandoneonista que Nicolás rechazaba por su modernismo, pero que lo terminó conquistando.

Nicolás Severo Alaniz fue el dueño del único bandoneón Doble A original que hay en Comodoro Rivadavia. A ciencia cierta, el dato no está chequeado; solo podrá ser refutado por algún lector. Sin embargo, resulta difícil imaginar que alguien pueda tener un instrumento con tanta historia en esta ciudad, que aún es pequeña.

Para Martín y Julia, es su tesoro más preciado, el recuerdo de su padre, su infancia y aquellos domingos de melodías que a Nicolás lo transportaban, porque, como cuenta su hija, tocar “le traía muchos recuerdos”.

Un bandonéon Doble A en Comodoro, uno de los instrumentos más buscados por los amantes del tango. Foto: Fredi Carrera.
Un bandonéon Doble A en Comodoro, uno de los instrumentos más buscados por los amantes del tango. Foto: Fredi Carrera.

DEL NORTE ARGENTINO AL SUR DE LA PATAGONIA

Para entender esta historia, es necesario conocer a Nicolás, el otro protagonista de esta crónica. El hombre nació en La Rioja, en Los Molinos, un pueblito muy pequeño que limita con Catamarca y que se encuentra a 9 kilómetros de Anillaco, aquel pueblo que se hizo famoso por el expresidente Carlos Saúl Menem. 

Vivió una infancia compleja y, una vez que terminó el servicio militar, vino a Comodoro a trabajar junto a un amigo. Por ese entonces, un hermano suyo ya estaba en la ciudad. Trabajaba en YPF, aquella petrolera estatal que le dio tanto a este pueblo y que hoy casi nos desgarra entre el impacto económico y la nostalgia, porque en Comodoro YPF se siente bien nuestra.

Eran otros tiempos; Perón era presidente y Comodoro una pequeña ciudad en crecimiento que prometía un gran futuro, y Nicolás lo aprovechó. En tierra de campamentos petroleros y oro negro, fue boca de pozo y también oficial tornero en Taller Central, aquel lugar que conoció una tarde en que lo enviaron a dejar algo y que lo conquistó por todo lo que vio. Martín asegura que esa tarde no dudó y se ofreció a trabajar doble jornada y aprender ese oficio que terminó haciendo el resto de su vida. 

Cuando llegó a Comodoro y comenzó a trabajar, Nicolás se compró su primer bandoneón. Foto: Archivo familiar.
Cuando llegó a Comodoro y comenzó a trabajar, Nicolás se compró su primer bandoneón. Foto: Archivo familiar.

A la distancia, entre la nostalgia y el recuerdo, su hijo mayor recuerda aquellos turnos rotativos. Verlo irse de noche y volver por la mañana, verlo irse por la mañana y que vuelva por la tarde.

Cuentan sus hijos que Nicolás se retiró en los 90, cuando YPF le ofreció el retiro voluntario en tiempos de privatizaciones y cambios, una época de mucho sinsabor y que, 35 años después, es imposible no recordar y comparar.

Por ese entonces, ya llevaba más de 20 años casado con Elvira Pereyra, su compañera de vida, una tucumana que había conocido en un viaje a La Rioja. Sí, porque cada vez que el tiempo lo permitía, Nicolás pegaba sus trotes hacia su provincia natal, para estar con los suyos. 

Fue en uno de esos viajes donde conoció a Elvira, una mujer muy trabajadora que fue secretaria y costurera. Cuando se conocieron, Elvira era secretaria de un odontólogo. Se llevaba bien con el matrimonio y la invitaron a pasar el verano en La Rioja, sin imaginar que allí conocería a su compañero de vida.

“Es una gran historia de amor"; dice Julia. "Se casaron en Tucumán, pero primero ella no quería saber nada con él, porque era agrandado y mujeriego, pero avanzaron. Cuando volvió, él compró los anillos, estuvieron un tiempo a distancia y en marzo del 68 se casaron”. 

Comodoro fue su luna de miel y la ciudad donde eligieron hacer su vida. Cuando llegaron, vivieron en una residencia del Centro, en la calle España; luego, en la calle Chacabuco, donde alquilaron una pequeña casita al lado del hogar de la joven. También pasaron por Kilómetro 3 y, en la década del 80, se mudaron a zona sur.

Nicolás junto a Elvira el día que se casaron. Foto: Archivo familiar.
Nicolás junto a Elvira el día que se casaron. Foto: Archivo familiar.

UNA VIDA AL LADO DEL BANDONEÓN

Cuando Nicolás conoció a Elvira, él ya tocaba el bandoneón. Siempre le había gustado el instrumento, desde chico, y en Comodoro tener un buen trabajo le permitió comprarse su primer fuelle. “Llegó a tener dos, uno rojo y uno negro”, cuenta Martín cuando repasa la relación de su viejo con ese entrañable instrumento, y narra que precisamente esos dos bandoneones sirvieron de canje para poder adquirir el famoso Doble A, que es el otro protagonista de esta historia.

El Doble A es original de Alemania y tiene más de 76 años de vida. Nicolás lo compró de segunda mano. 

El bandoneón inacto, una reliquía que guarda la historia de la familia Alaniz. Foto: ADNSUR.
El bandoneón inacto, una reliquía que guarda la historia de la familia Alaniz. Foto: ADNSUR.

La marca fue creada en 1911 por Alfred Arnold, un alemán que siguió el legado de su padre, Ernst Louis Arnold, quien fabricó este instrumento desde 1857.

Los orígenes del bandoneón, cuenta la historia, se remontan a principios del siglo XIX en el triángulo fronterizo entre Sajonia, Baviera y Bohemia. Heinrich Band es considerado su inventor. En 1843, el músico y luthier fundó una tienda de instrumentos musicales en Krefeld e hizo los cambios en la concertina, un instrumento similar, que derivaron en el nacimiento del bandoneón.

Lo cierto es que los prestigiosos Doble A se fabricaron hasta 1949, cuando la fábrica fue orientada a la producción de bombas para motores diésel, en el marco de la nacionalización de las empresas de la Alemania Oriental de posguerra.

La calidad y nobleza de las lengüetas, los peines y el cuerpo del instrumento de 142 voces y 71 botones hicieron que se convirtiera en uno de los instrumentos más prestigiosos del mundo. A pesar de los intentos por volver a fabricarlo, nunca nadie pudo conseguir de nuevo el sonido y la calidad de los Doble A.

En Argentina, se convirtió en un sinónimo de tango y un objeto de deseo para todo bandoneonista. Nicolás, por supuesto, fue uno de ellos. 

El vecino de Comodoro se dedicó a la música como hobby, en el seno de su hogar, con su familia y amigos como público. En la actualidad, sus hijos aún tienen el instrumento que les puso música durante su infancia y adolescencia. 

Martín cuenta que la manta roja, que algunos bandoneonistas usan en su pierna, donde se apoya el instrumento, la hizo su abuelo materno, Vicente, mientras que el baúl lo elaboró un amigo de Nicolás. El bandoneón, en tanto, es original, una verdadera reliquia que casi no tiene intervenciones.

Los Doble A se fabricaron hasta 1949 y el bandoneón de Nicolás está intacto. Foto: ADNSUR
Los Doble A se fabricaron hasta 1949 y el bandoneón de Nicolás está intacto. Foto: ADNSUR

Cuando Martín lo hace sonar, la nota se siente en el aire y el recuerdo de Nicolás llena el ambiente. “Hay Doble A alemán y Doble A argentino. Este es el legítimo Doble A alemán; lo único que se le cambió fueron algunas piezas. Mi viejo nunca quiso venderlo, era parte de él. Era escuchar al viejo los sábados, los domingos y, cuando venía visita, le decían ‘tocate algo’”, recuerda Martín con la emoción a flor de piel.

Martín y Julia son docentes y ambos evocan la figura de su padre con emoción. Sus enseñanzas, su buen humor y su ingenio los llena de recuerdos, de aquellas frases ocurrentes que solía tener y aquellos momentos de música que dejó para siempre. 

“Era un hombre muy culto; su letra era un dibujo. Parecía serio, muy formal, muy correcto, pero era gracioso y muy gestual”, dice Julia. “Leía el diario de pe a pa, pero era risas y el centro de las reuniones, una persona muy sensible, con una infancia muy dura. Y era todo oído. En su momento de practicar, se iba a la habitación y no quería que lo molestaran. Era su momento sagrado; lloraba mucho porque le traía muchos recuerdos, lo activaba mucho”, agrega.

Nicolás y su bandoneón, la imagen que guardan sus hijos de su padre con su compañero de toda la vida. Foto: Archivo familiar.
Nicolás y su bandoneón, la imagen que guardan sus hijos de su padre con su compañero de toda la vida. Foto: Archivo familiar.

Martín admite que nunca lo dejó aprender música. Le decía: “vas a dejar de estudiar y te vas a dedicar a la joda”. Eran tiempos de rock y raros peinados nuevos, pero la herencia del tango poco a poco lo fue cautivando. 

En su memoria, aún recuerda aquella tarde de tango que, viendo un programa, hablaron del Doble A, su historia y el vínculo de “Pichuco” Troilo con el bandoneón. Ahí entendió todo.

Nicolás le ponía melodía a cada tarde de reunión junto a su bandoneón Doble A. Foto: Archivo familiar.
Nicolás le ponía melodía a cada tarde de reunión junto a su bandoneón Doble A. Foto: Archivo familiar.

EL RECUERDO SIEMPRE PRESENTE

El último día del padre, Martín recordó a su viejo con una foto, con su bandoneón. Le dedicó unas palabras y a un amigo le llamó la atención. El resto es historia. 

El Doble A tiene vida propia, el sello de los años y es muy apreciado por los bandoneonistas. En Comodoro hay uno, de un vecino que hizo de la música su vida en el seno familiar, la herencia a sus hijos y el legado de un ritmo que parece cosa del pasado, pero se siente muy argentino, no solo fronteras adentro, sino también afuera, donde muchos compatriotas llevan el ritmo del 2x4, que es tan apreciado en el mundo. 

En Comodoro hay un Doble A, la joya de una familia que recuerda a su padre, aquel hombre que falleció en 2016 y que le encantaba tocar tango de la mano de ese instrumento casi centenario, una reliquia con historia propia.

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