Calafate, el equipo de Comodoro que apunta a ser el primer club autosustentable de la Patagonia
En este 2025, cumplió 60 años, es el único club fundador de la Unión Austral de Rugby de Comodoro Rivadavia que aún está vigente y cada día cientos de chicos, jóvenes y adultos pasan por sus instalaciones para hacer deporte. Desde 2003, cuando adquirió su propia sede, Calafate Rugby Club viene realizando un gran desarrollo en su predio y, en los últimos años, se propuso un gran objetivo: ser el primer club autosustentable de la Patagonia. Una crónica de paneles solares, riego inteligente y, principalmente, amor por la camiseta.
Son las 9 de la mañana y el SUM está repleto de chicos. Parece una escuela, pero es un club de rugby donde se enseñan valores, amor por el deporte y sobra la camaradería, ese ingrediente que hace tan grandes a los clubes deportivos de Comodoro Rivadavia y Argentina. Es que no hay secretos en el deporte amateur, todo se hace a pulmón, entre todos y pensando en los más chicos. Por supuesto, hay excepciones, pero Calafate Rugby Club no lo es.
Por estos días, el Cala ve los frutos del trabajo que comenzó hace más de 20 años cuando se mudó a su propio predio, aquel lugar rodeado por los cerros Viteau y Hermite, donde alguna vez funcionó una caballeriza y un club hípico. En un valle con árboles que aportan oxígeno, la histórica institución desarrolló una gran infraestructura que hoy le permite contar con 5 canchas, un SUM, una confitería, vestuarios, parrillas y hasta una plaza para los más chicos. Un gran desarrollo que no para y que tiene un gran objetivo: ser el primer club autosustentable de la Patagonia.
UN POCO DE HISTORIA
Calafate Rugby Club se fundó el 3 de febrero de 1965. El “Grand Hotel” de Ernesto Terzano, aquel empresario que también fundó Jonathan, fue el punto de encuentro donde un grupo de hombres decidió crear un equipo para darle impulso al rugby.
Su primer presidente fue Carlos Urquiza, quien estuvo acompañado por Jorge Borgatti, Vicente T. Cereceda, Bonahora, Mazuchelli y Gustavo Bohe. Cuenta la historia que ese día, en Rivadavia al 300, se decidieron los colores del club. La camiseta iba a ser blanca con un rombo color bordó, mientras que los pantalones iban a ser blancos y las medias del color del rombo. Sin embargo, el destino quiso otra cosa y, cuando un emisario viajó a Buenos Aires para comprar la indumentaria, al no encontrar los colores adecuados, decidió comprar un lote de ropa que pertenecía al Club Universitario de Buenos Aires (CUBA). Desde entonces, el Cala es azul y negro.
Durante muchos años, la institución no tuvo sede propia. Entrenó en la Costanera y en el Estadio de Kilómetro 3 en los inicios. Más tarde, también lo hizo en Diadema, frente a una empresa que realizaba los caños para el acueducto de la ciudad. “Era un picadero”, dice el sitio web de la institución en relación a ese lugar.
A la distancia, muchos también recuerdan el predio donde hoy se ubica la planta deshidratadora de YPF. El por entonces intendente Pascual Die cedió ese lugar en Km 9, pero a los meses tuvieron que abandonar el sitio por el desarrollo petrolero de la zona. Así, el club terminó jugando dentro de otra institución: el Santa Lucía, hasta que en 2003 se compró el predio que hoy tiene la institución.
“Fue una patriada de unos socios”, dice Adrián Alvarado al repasar parte de la historia. El hombre de 48 años, desde los 11, integra las filas de Calafate y vivió muchos de los momentos históricos de la institución, tanto como jugador, entrenador y ahora también como dirigente. Cuando habla, siente el orgullo de todo lo que sucedió durante estos últimos 20 años, porque, como dice “es un estado de obra constante”.
“Siempre estamos tratando de mejorar lo que tenemos. Es mucho trabajo de la comisión directiva, un trabajo diario. Actualmente tenemos alrededor de 500 o 600 socios deportivos y a eso hay que sumarle el grupo familiar, porque tenemos la suerte de ser un club donde la familia se integra fácil y rápido. Entonces, tenés actividades de lunes a lunes en el club y trabajamos día a día para que siga creciendo.”
Adrián lo dice: “Hoy los clubes no podrían subsistir con el aporte genuino de una cuota social”. Por eso, es tan importante la gestión y el apoyo del Estado para seguir creciendo. Es un trabajo conjunto, donde uno aporta deporte, contención y buenos hábitos, y otro colabora con las obras para que se pueda realizar todo ese trabajo.
Mientras Adrián habla, Milko Zvrko asiente. El profesor de educación física está en el club desde hace más de cuatro años. Cuando era chico, jugó al rugby y, ya de grande, estuvo en Alacranes, el histórico club de veteranos de Comodoro Rivadavia. Pero cuando Calafate armó Matuasto, su equipo de veteranos, se puso la camiseta de Cala.
Milko está hace poco, lo sabe, pero asegura que desde que puso un pie en la institución solo ve crecimiento. “Todos los años hay algo nuevo.” En estos años que estoy, se duplicó la superficie del gimnasio; ahora están agrandando la parrilla hacia afuera, también se hizo el calabar, veredas y es todo con esfuerzo de la gente y el aporte estatal.
La institución hoy cuenta con dos canchas de césped natural grandes, una infantil, una de fútbol 7 de sintético y otra de hockey de sintético. Además, por estos días, se trabaja en una nueva cancha de rugby infantil. El terreno ya está nivelado, se colocó el riego y se compró la semilla para plantar el césped. Solo resta ver el costo del movimiento de suelo: 600 metros cúbicos que deben ser trasladados. A todo esto se suma el SUM, una confitería concesionada, otra confitería en la zona de hockey, donde también hay vestuarios y el gimnasio que también está concesionado.
EL SUEÑO DE SER AUTOSUSTENTABLE
El trabajo es arduo y el movimiento constante; por esa razón, hace unos años, el club decidió encarar un proyecto sustentable para poder hacer más eficiente el consumo de los recursos.
“Esto lo arrancamos hace cuatro años”, explica Milko al respecto. “El club ya tenía el riego por goteo desde hace muchos años y también tenía una planta para producir biogás, pero se paró porque operativamente no era tan sencillo administrar. Decidimos pensar en energías renovables y presentamos un proyecto a CAPSA, que a través de Hychico nos donó unos caños tubing de rezago que vendimos a una estancia y nos pagó los paneles solares. Son 12 paneles que producen 6.000 kW de energía.”
El último 13 de diciembre se inauguró el sistema de energía solar que abastece al club. Esta tecnología se sumó al sistema de riego por goteo y al riego inteligente con el que cuentan las canchas de césped natural. Se trata de un equipamiento que dispone de una pequeña central meteorológica que va captando la humedad del ambiente, cómo están las canchas y evalúa el estado para que no sea excesivo el consumo de agua. “Riega cuando es necesario y dosifica la cantidad de agua”, explica Milko.
El objetivo es ahorrar tanto agua como energía. Por esa razón, también se reduce el consumo cambiando las luminarias de las canchas a LED. En este proceso, ya se actualizaron las luces de la cancha de hockey y la cancha 1, que son las más utilizadas. Solo resta iluminar la cancha N° 2, que aún tiene algunas lámparas halógenas. Mientras tanto, también se piensa en un termotanque solar, que permita abastecer de agua caliente al sector de secretaría y confitería.
A todo se suma la plantación de árboles que se realiza desde hace años, una forma de mejorar el aire del predio. En el primer aniversario del hundimiento del ARA San Juan se plantaron 44 cipreses en el sector de la cancha de hockey, como homenaje a los submarinistas desaparecidos. Y en 2019, junto a la Fundación Arbolar se realizó una caminata con el objetivo de plantar 360 árboles.
Hoy los ojos están puestos en la energía. En relación a ese proceso, Milko asegura que “lo que buscamos ahora es bajar el consumo. El proyecto no es económico, pero ayuda a que no se gaste tanta energía y, por otro lado, la energía que generamos, una vez que tengamos el medidor, la vamos a poder meter en la red. Ahora hay dos paneles más para poner que fueron donados por los fundadores, pero el tema es el tiempo”, dice entre risas. “Porque esto es ‘un sábado que vos puedas’. Los muchachos que ayudan a soldar son entrenadores de los chicos, entonces hay que encontrar el momento para poder hacer el trabajo.”
MULTIPLICAR PARA CRECER
La gente de Calafate no quiere que todo este trabajo quede encerrado en el interior del club. Al contrario, desea mostrarlo a la sociedad para que otras instituciones lo repliquen. “La idea es marcar el camino y que les sirva a otros, que vean cómo es el sistema de riego de la cancha, cómo estamos haciendo el proyecto, porque el rugby es así, es trabajar en conjunto. Ya nos llamaron de Río Gallegos y también otros clubes, y eso está bueno”, dice Milko al respecto.
En ese sentido, por estos días, también se realizan charlas con escuelas. El objetivo es que conozcan el proyecto autosustentable, el trabajo del club y, por qué no, que se animen a sumarse a alguno de sus deportes. Por el SUM ya pasaron alumnos de la escuela de Frontera, la 197 del barrio Divina Providencia y las escuelas 43 y 111 de Kilómetro 5, que el último martes tuvieron una charla con la gente de CAPSA.
Milko lo dice: “Estamos más que contentos. La idea es continuar las charlas y extenderlas a un nivel secundario, devolver un poquito el aporte de las empresas a la comunidad y que esto no quede cerrado acá, sino poder dar a conocer lo que estamos haciendo y que les sirva a todos”, remarca, orgulloso del trabajo que hace Calafate, la institución que sueña con ser el primer club autosustentable de la Patagonia.
