“Es una flor muy delicada que requiere mucha sutileza al recolectarla y al separarla. Es un trabajo que en la antigüedad se hacía en familia, y el azafrán se vendía cuando había algún problema de salud o cuando se casaba la hija. Por eso es denominado el oro rojo, porque vale muchísimo”, dice Andrea Paola Ahumada, la mujer de Comodoro que tiene la huerta de azafrán más austral del mundo, un emprendimiento que mira al pasado.

Andrea tiene sangre árabe, española e italiana. Sus abuelos paternos emigraron del Líbano a Marruecos y luego se establecieron en Turquía, donde sembraron azafrán. Tras su paso por esa tierra continuaron su camino en Málaga, España, donde nació la abuela de Andrea, Blanca Leonor Ahumada. Ella fue quien migró a Argentina junto a su esposo, un italiano con el que se mudó a Carlos Paz. Más tarde su familia llegaría a Comodoro Rivadavia. 

Andrea creció en Kilómetro 3, el lugar donde se asentó su abuelo, José Manuel Herrera, quien trabajó en el cargadero de YPF. Estudió en el jardín Juana Manso, donde luego participó en la Cooperadora, y también en la escuelas 43 e Hipolito Yrigoyen. 

Andrea en Comodoro tenía una vida muy lejos de la ruralidad. Cuando terminó la secundaria trabajó dos años en Antonio P. de Diego, y una vez que regresó de Buenos Aires, donde estudió para chef en la Escuela del Gato Dumas, volvió a trabajar a ese histórico comercio de América y Ernesto.

Fue en esa época que conoció a su pareja, Matías Rodrigo Díaz, un joven de Esquel que vino a Comodoro para estudiar Ingeniería en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco.

Al igual que su abuelo, Matías trabajó en la operadora de origen estatal. Le iba bien, tenían un buen pasar económico, hasta que un día tuvieron que tomar una decisión: “él es excelente ingeniero y le hicieron una propuesta para enviarlo a Ushuaia, entonces tuvimos que decidir si se iba un mes y volvía o cambiábamos de rumbo y dejábamos ciertas comodidades, y decidimos”.

Por ese entonces, Matías y Andrea ya tenían la chacra a 25 kilómetros de Trevelin, camino a Corcovado, y decidieron radicarse en esa zona para también estar más cerca de la familia de él. 

La decisión no fue fácil, y muchos incluso no lo entendieron. “Muchos de nuestros amigos nos decían ‘qué bien’ y otros nos preguntaban qué íbamos a hacer acá, y era natural. Más porque teníamos tres nenes. Pero bueno, empezamos de nuevo con ganas de invertir, no solo económicamente, sino en el tiempo, crear e innovar en el potencial que tiene la comarca”.

Los inicios no fueron fáciles. Matías trabajó como gasista matriculado y con la máquina perforadora de agua que él mismo fabricó y diseñó, y decidieron apostar a la chacra, tal como explica Andrea. “No estábamos para darnos el lujo de irnos un fin de semana a la chacra o pensar ‘hoy vamos de paseo’. Estábamos ahí, no nos sobraba ni nos faltaba pero estábamos ahí, con niños y decidí probar. Empecé con olivos, pero no se dio porque estamos en una zona muy alta, muy nevadora y para la agricultura es complicado. Animales no podés tener porque baja el puma, nos mató 19 animales en una noche, y fue ingeniárselas. Teníamos el terreno y teníamos que investigar, probar”.

Andrea decidió volver a los orígenes, recordó aquellas charlas con su padre y la historia de sus antepasados, y decidió intentar apostar al azafrán siguiendo los consejos de su hermano, quien unos años antes, en un viaje a Córdoba, le había dicho que plante azafrán en la granja.

“Me acuerdo que cuando me dijo que traiga azafrán, yo le dije ‘¿Pablo qué estás hablando? Mirá lo que es este clima, ¿qué va a salir allá?’ Pero me traje unos poquitos cormo de azafrán, no me lo querían vender porque lo que hacen es un fideicomiso, pero traje unos poquitos y se adaptaron. Lo tuve dos o tres años y recién al tercero floreció, con estas características, así que le pedí a una prima de España si me podía enviar algunos zahones de azafrán de la mancha. Imaginate que en ese tiempo yo no dormía, pero cuando lo tuve en la mano, me di cuenta que el cormo, el bulbo era totalmente diferente. No es que uno sea mejor que otro, sino que son variedades diferentes”. 

La planta de azafrán, el oro rojo tan codiciado y utilizado en diferentes comidas y bebidas, incluido el fernet.
La planta de azafrán, el oro rojo tan codiciado y utilizado en diferentes comidas y bebidas, incluido el fernet.

Durante dos años, la planta se adaptó y al tercero Andrea y Matías tuvieron la primera cosecha. 

“Ahí fue que empecé a investigar, incursionar, a ver qué derivados podemos darle como un valor agregado. A trabajar con otros productores, a conversar, que se copen, incentivar esto de la agricultura rural, fomentar la mujer en el ámbito rural y comercial. Son muy variadas las propiedades que tiene. Nosotros estamos acostumbrados al arroz, la paella, pero se hace pastelería de azafrán y ahora vamos a largar el gin con azafrán. Hay tres en el mundo, en Francia, España y ahora en Argentina”.

El mismo lo elabora con José Elder, un productor de whisky que decidió incorporar otro producto a sus destilados. Pero este es un solo paso más en el crecimiento del azafrán más austral del mundo.

El whisky de azafrán de la cordillera será uno de los pocos de su tipo en el mundo.
El whisky de azafrán de la cordillera será uno de los pocos de su tipo en el mundo.

En la actualidad esperan tener 700 gramos, una cantidad considerable teniendo en cuenta la cantidad de espacios que necesitan este tipo de plantaciones. Es que se calcula que por 100 flores se obtiene 1 gramo de azafrán, por ende para obtener un kilo se necesitan 40.000 bulbos grandes que den unas 100.000-120.000 flores.

El próximo 20 de marzo, Andrea abrirá su propio local. Este estará en funcionamiento hasta el 15 de abril, aprovechando la época en que sale la flor del azafrán. Allí se podrán probar los diferentes productos que elabora con ese condicionamiento, desde café árabe hasta galletas de avena, alfajores con ganache de azafrán y cobertura de chocolate blanco y macarrones. Por supuesto, también estará el gin.

Andrea elabora sus propios productos con el azafrán que ella misma cosecha.
Andrea elabora sus propios productos con el azafrán que ella misma cosecha.

Pero Andrea piensa en grande, y para el próximo año se propuso vender los primeros bulbos para “generar más oportunidades y una cadena de azafrán en Argentina”, y así continuar con el trabajo que hacían sus antepasados, con el azafrán más austral mundo, un condimento que se produce en Chubut.

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