COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) – En pleno Siglo XXI las estadísticas de crímenes con alto grado de violencia no sorprenden en una ciudad que llegó a contar 36 muertos en un año. Las crónicas policiales describen todo tipo de homicidios: desde hechos vinculados a robos, otros a ajustes de cuentas y algunas netamente pasionales, producto de una noche de copas o femicidios, es decir crímenes contra las mujeres.

Sin embargo, esta realidad que pinta el Comodoro del nuevo siglo dista mucho de lo que sucedía hace 50 años, cuando se produjo uno de los primeros crímenes de mayor magnitud de la historia de la ciudad.

El 26 de febrero de 1968 el matrimonio Ruocco y sus dos hijos fueron encontrados muertos en la cantina “Italiana”, que tenían sobre la avenida Hipólito Yrigoyen. Un asesino los había ultimado a tiros, sin piedad, ni siquiera por lo niños. La mujer además estaba embarazada.

Con pocos datos, los sabuesos policiales comenzaron a investigar el caso buscando posibles sospechosos y dos semanas después detuvieron a un mozo que había sido despedido de la cantina.

Germán Silva tenía 24 años y había llegado de Chile buscando un mejor porvenir. Su padre, un operario petrolero, había muerto en un accidente en Pico Truncado y prácticamente fue criado por su tío, un obrero de Comferpet al que le robó el revolver con el que mató a los Ruocco, pero que además guardaba un terrible secreto.

Es que las pericias realizadas al arma por el homicidio de la familia vincularon al hombre con un doble homicidio cometido tres años antes, cuando los taxistas Julio Urricelqui y Félix Francesqui fueron asesinados en un camino de Kilómetro 8. 

Sorpresivamente al ser indagado por esta vinculación, el criminal sin remordimientos confesó ambos hechos.

UN ROBO QUE TERMINÓ EN MUERTE

Según contó, el 5 de febrero de 1965 Silva tomó un taxi con el objetivo de robarle a su propietario. El vehículo era conducido por Urricelqui, quien le advirtió a su pasajero que antes debía pasar a dejar el auto a su socio, ya que tenía un viaje a zona norte.

Los trabajadores del volante, sin sospechar lo que les deparaba el destino esa noche, decidieron dejar primero al pasajero en Kilómetro 8 y luego hacer el cambio de turno. Sin embargo, al llegar a un camino que iba hasta Restinga Ali, Silva intentó asaltarlos y no dudó en dispararles a quema ropa ante su intento de huida.

El asesino se quedó con las dos billeteras de los taxistas, 1.500 pesos de la época y otros elementos: la radio, una linterna y las llaves del auto: un Siam Di Tella.

CADENA PERPETUA Y LIBERTAD POR BUENA CONDUCTA

Los investigadores no podían creer la confesión de Silva, quien aseguró que las llaves las había tirado en el pozo ciego de su casa.

La policía ante tamaña confesión decidió desagotar el pozo y finalmente encontró las llaves y la billetera.

En los tribunales Silva alegó que “necesitaba dinero como sea, porque no conseguía trabajo”. Y mientras declaraba una multitud lo esperaba afuera para lincharlo. Pero como estaba vigente la feria judicial los propios empleados que estaban de guardia tuvieron que cubrir las puertas y ayudar a la policía a proteger al asesino.

Respecto al homicidio de la familia Ruocco, Silva aseguró que fue despedido injustamente porque en un mes llegó dos veces tarde.

Finalmente el hombre fue condenado a cadena perpetua, pero 15 años después recuperó su libertad por buena conducta.

Y desde entonces nada fue igual en Comodoro Rivadavia.        

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