COMODORO RIVADAVIA (Por Licia Musacchio / ESPECIAL PARA ADNSUR) - En agosto de este año, se cumplen ochenta y siete años desde que un pequeño niño italiano de trece años pisó suelo comodorense por primera vez. Marcelo Simeoni llegó junto a su familia en el barco Duilio, que como tantos otros llegaron a la Argentina con el plan de escapar de la recesión de la posguerra, y sentir la esperanza de trabajo y nuevos horizontes. Nunca se fue de Comodoro.

Foto: Licia Musacchio

Allí formó su familia, de seis hijos, once nietos, y en la actualidad recluta unos siete bisnietos. Este año es muy importante, ya que en noviembre va a festejar, como él dice, su primer siglo. Cien años que están llenos de historias lindas y no tan lindas, pero que nunca dan ganas de dejar de escuchar.

Recién llegado, en 1930, cursó el último año de la primaria en el colegio Dean Funes para aprender español, y comenzó a trabajar en la administración de YPF, donde finalmente se asentó en el área de dibujo del sector de geología. Analizando perfiles, y recorriendo pozos en moto se abraza a la fotografía, convirtiéndola en una actividad que atraviesa toda su vida. Comodoro era un lugar bastante inhóspito en ese momento, hasta es posible pensar que los famosos vientos huracanados se sentían un poco más fuerte, sin embargo, forma parte de un grupo de personas inquietas que generaron nuevos espacios de recreación, la mayoría vigentes al día de hoy.

Marcelo concurría asiduamente al Tiro Federal de km3, donde practicaba tiro al blanco y si bien el deporte nunca fue su fuerte, hacía algunas actividades deportivas en el Club Huergo, como esgrima y gimnasia. En Astra había un club de planeadores y él, junto a unas treinta personas, deciden compran con un gran esfuerzo un biplaza de Havilland Moth, el primer avión que logra ser el puntapié inicial para dar comienzo, en 1935, al aeroclub de Comodoro, una destacada institución para la ciudad, que desde hace ochenta y

Foto: Licia Musacchio

dos años es promotora de diversas actividades aéreas. Con gran esfuerzo también, forma parte de quienes fundan en 1945 el Club Hípico San Jorge, en km3, donde hacían carreras, saltos y caminatas.

Si hay un elemento para destacar de este grupo de personas que tanto le dieron a la ciudad es que siempre desearon algo mejor. La mayoría no había nacido en Comodoro, pero el sentimiento de pertenencia era demasiado grande. Cuidar, respetar y generar cosas por el lugar que nos acoge es una linda lección de vida, y mucho más para una ciudad, en la que el petróleo y el mar hacen que muchas personas estén “de paso”, sin llegar a generar ningún tipo de conexión con el entorno. Hace casi nueve décadas que Marcelo llegó a la ciudad convirtiéndola en su lugar en el mundo, y formó parte de un equipo de personas que, con esfuerzo y pasión, hicieron sin dudas sin dudas un lugar mejor.

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