COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) - El día que Narciso Esponda falleció, en mayo de 2005, el Comodoro Rivadavia de antes murió. Con él se fue un icono de la ciudad, una parte de la postal del Centro. ¿Quién no lo vio mirando televisión en alguna vidriera o viendo la gente pasar, en silencio, como siempre estaba?

Para quienes no lo conocieron, Narciso fue un lustrabotas, con casco de acero y barba blanca, que a diario estaba en el centro de Comodoro. Solitario, callado, fue querido por una comunidad que siempre lo respetó.

Cuenta la historia que nació en una estancia cercana a Diadema, en el 44. Tenía tres años cuando lo encontraron junto a sus hermanos, abandonado por un padre que enfermó de tristeza por la muerte de su esposa. 

El comisario del lugar lo trajo a Comodoro y Narciso fue adoptado por Nino Barrientos, un sastre de Belgrano casi Sarmiento.

Narciso creció jugando entre el Chenque y la Escuela 24. Nino quiso enseñarle su oficio, pero él siempre le escapó.

Cuenta la historia narrada en los medios gráficos de la época el día de su muerte, que a los 17 años Narciso se fue caminando a Sarmiento y lo encontraron deshidratado.

Se desconoce por qué eligió ser lustrador, pero se sabe que ese fue su oficio, aquel que lo hizo conocido, acompañado solo por un pequeño cajón y un sillón.

Alrededor de su figura se tejieron diversas leyendas. Desde que era rico, hasta que la pérdida de un viejo amor lo llevó a otro camino.

Lo único cierto es que a veces con barba, y casi siempre con el pelo largo, se lo veía por el Centro de la ciudad, mirando la televisión en alguna vidriera o caminando con su cajón.

Cuando falleció Narciso tenía 61 años. Su muerte conmovió a la ciudad, y el hombre de barba blanca y casco se convirtió en leyenda. 

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