Son casi las seis de la tarde y Humberto (89) y María (81) descansan en su casa. Cuando me comunico para consultarles por la posibilidad de hacerles una entrevista, se muestran amables y predispuestos, a pesar que tantas consultas les han hecho a lo largo de estos 40 años. Es la primera vez que voy a la casa de los Almonacid. Por supuesto, como todo Comodoro, los conozco, pero a pesar de los años no aún no tuve la posibilidad de hablar con ellos. 

Cuando llegó, Humberto me abre su portón automático. Bromeamos en torno a eso y me invita a pasar. Su casa tiene ese aire que solo cobijan aquellos hogares de inmigrantes chilenos; tiene ese nosequé que invita a la familiaridad. 

Antes de entrar noto detalles que me llaman la atención. La placa de dirección de la casa hace alusión a Malvinas y en una pared del patio de la vivienda otra placa hace referencia a su hijo: Mario Almonacid, el primer soldado caído en combate durante la Guerra de Malvinas.

Mario Almonacid fue el primer soldado caído en Malvinas.
Mario Almonacid fue el primer soldado caído en Malvinas.

La idea es conocerlos, saber más sobre ellos que de lo que ha pasado, y vamos por el principio. 

Le pregunto a Humberto por aquel primo que tenía en las islas. Me cuenta que no le gustaba hablar con la prensa y que falleció hace un tiempo. Respecto a ellos, me dicen que ambos son de Chile y que vinieron por separado.

Es que como cuenta Mario, el vino de Calbuco, una zona cercana a Puerto Montt. Mientras que María llegó de la Isla de Chiloé.

Mientras hablamos, María todavía camina en la cocina. Luego se sienta y cuenta que vino en el 51, de Castro. “Vine con 8 o 9 años, no cumplía todavía. Era muy chiquita, mi hermana vino con un añito y tanto. Mi papá trabajaba en la empresa de Diadema, la Shell y nos fue a buscar”, dice con una sonrisa

Cuenta María que cuando llegaron se instalaron en Diadema. Su padre alquiló una pieza y comenzaron su vida en Argentina. 

El barrio de Kilómetro 20 fue el lugar donde pasó el resto de su infancia y su adolescencia, y el sitio donde conoció a Humberto, que llegó a Argentina en el 53, tras los pasos de su hermano, quien había venido seis años antes.

Era 1956. Humberto por ese entonces ya había pasado por el Tordillo, y tras un paso por Santa Cruz decidió instalarse en Diadema, donde trabajó en la parte de transporte y en el taller eléctrico. 

Según cuentan, estuvieron de novios un tiempo, y luego se casaron en el mismo barrio donde comenzó el amor, y donde nacieron sus hijos mayores: Mario y Omar, que falleció a los siete meses. 

En Diadema estuvieron hasta el año 67 y luego se mudaron al barrio Ceferino , donde estaba todo por hacerse. “No había nada. Imagínese lo qué era, sin casas, sin nada. Había unos hornos de ladrillo por allá abajo. Y el colectivo, la línea 3, llegaba a la Paloma. Y la línea 5, a la calle Malvinas, donde había un tanque en medio de la calle”, recuerda Humberto.

En la ciudad Humberto comenzó a trabajar en Agua y Energía. Sin embargo, en 1978, durante el conflicto con Chile por el Canal de Beagle, lo echaron de la empresa por su nacionalidad a pesar de tener carta de ciudadanía. “Nos echaron sin ningún motivo. Solo fue Agua y Energía, porque en Obras Sanitarias tenía dos hermanos y no los echaron”, recuerda Humberto. 

Paradojas del destino, Mario tendría que haber cumplido el servicio militar obligatorio ese año. Sin embargo, como estaba estudiando, pidió prórroga para terminar la secundaria en la ENET, donde se recibió de técnico electromecánico, tal como luego hizo su hermano Jorge (55), quien en la actualidad trabaja en la Sociedad Cooperativa Popular Limitada, y luego Mario Ricardo, el menor de los hermanos Almonacid, quien nació en 1985.

“A él le tocaba en el Conflicto de Beagle, pero pidió prórroga para terminar, eran dos años, y mire lo que pasó después; porque en el Beagle no pasó nada… así es la vida”, dice Humberto.

Mientras hablamos la charla fluye entre recuerdos, fechas y lugares, pero cuando se habla de Mario, y la mala fortuna del destino, el silencio lo dice todo. 

Es difícil continuar, da la sensación que la muerte duele aún más cuando se habla de un hijo caído. “Son cosas que no se superan nunca. Siempre nos preguntan qué nos pasa esta fecha a nosotros, pero no es solo esta fecha el caso nuestro, porque después ves todo lo que hay de él; salís a la puerta y ves la placa que trajo la Municipalidad, ‘acá vivió Mario Almonacid’; salís a la calle y lleva su nombre, así que es permanente el recuerdo de él, no solo esta fecha”, cuenta, haciendo alusión a lo que sucedió en 2009, cuando las autoridades municipales decidieron cambiarle el nombre a parte de la calle Araucarias y bautizarla como Soldado Mario Almonacid, en homenaje a él.

El monumento a Mario Almonacid.
El monumento a Mario Almonacid.

Lo cierto es que esto sucede en gran parte del país, incluso en Carlos Paz, donde una calle de la villa turística lleva el nombre del soldado comodorense. 

La pregunta es inevitable: ¿Qué les pasa con este reconocimiento permanente? María toma la pregunta y contesta. “Con el tiempo uno se acostumbra”. Humberto sigue. “Uno lo vive en el momento como es, porque el recuerdo que tenemos de la población de Comodoro siempre está y eso te fortalece porque él está siempre presente. Todos tienen ese recuerdo. Por ahí salís a la ciudad y te saluda mucha gente. Nos ha pasado también afuera de la ciudad. Me acuerdo que una vez en Esquel había un control de ruta, estaba lleno de militares, le dimos el nombre y nos dijo ‘ustedes son los padres de Mario’. También una vez en Buenos Aires, una vez salí de una farmacia y un señor de Comodoro me golpeó la espalda y me dijo, ¿Cómo le va, usted es el papá de Mario? Hay muchos casos así”.

Sin duda a 40 años de Malvinas, Humberto y María socialmente se convirtieron en los papás de Mario Almonacid y los padres de Malvinas. Ellos también lo sienten así. 

En su living hay diferentes fotografías de su hijo, la réplica del monumento y diferentes homenajes que han recibido a lo largo de cuatro décadas. Por supuesto, no ha sido fácil, ni ahora ni antes.

Aquellos días en que Mario falleció su casa se llenó de periodistas de diferentes partes del mundo que habían llegado a Comodoro Rivadavia. “Fueron días muy malos, una cosa es contarlo y otra vivirlo”, dice Humberto al recordar el momento. “Yo caí en cama un mes y medio, el doctor Napolitani me atendió porque no me despertaba y si lo hacía era para gritar. Pero uno no se olvida nunca jamás”, dice María, y admite que hoy tampoco es distinto, porque dos semanas antes del 2 de abril se empieza a hablar del tema. 

En ese sentido, Humberto, admite que por un lado se siente fortalecido por tanto apoyo, pero por el otro, deja ver que a veces ha sido difícil.

Humberto en la década del 2000 participando del acto por el 2 de Abril. Foto: Fredi Carrera.
Humberto en la década del 2000 participando del acto por el 2 de Abril. Foto: Fredi Carrera.

Tras la muerte de Mario la vida continuó para ellos, con el dolor a cuestas. Se quedaron con un solo hijo, y sentían que tenían que volver a ser padres. Así llegó Mario Ricardo en 1985.

Finalmente en el 92, Humberto se jubiló y desde entonces se dedicó a hacer trabajos como electricista particular, hasta hace dos años cuando dejó de trabajar del todo. María en tanto se dedica a la casa y le da pelea a una escoliosis que la tiene a maltraer. Mientras que Mario Ricardo, “Marito”, como lo conocen todos, trabaja en una operadora, y lleva con orgullo el nombre de su hermano, aquel fanático de Spinetta y del dibujo que le da nombre a una calle, una escuela y es el símbolo de Malvinas, aunque sus padres preferirian tenerlo con ellos. 

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