“¿Cómo no me voy a acordar?, es como decir me olvidé del proceso”, dice Pedro Peralta cuando le pregunto por aquel chocolate que terminó develando en Argentina lo que sucedía con las donaciones enviadas a los soldados que habían combatido en Malvinas.

Por estos días, Peralta pasa su tiempo en su casa de Rada Tilly, la ciudad donde por 20 años fue intendente y donde alguna vez tuvo un consultorio médico; profesión que combinaba con su labor política y que le permitió, a modo anecdótico, atender un parto en la histórica Salita.

Entre el cuidado de sus plantas, sus cinco nietos y sus paseos por la playa, él pasa sus días, por supuesto, siempre mirando de cerca lo que pasa en la política local, provincial y nacional. Por eso, no sorprende que cuando lo visitamos en su casa esté mirando todo lo que el último jueves sucedió con las renuncias masivas que tuvo el gabinete de Alberto Fernández tras las PASO, algo que resume una frase que alguna vez, cuando inició en política, le dijo su tío, el escritor Asencio Abeijón: “Cuidate de los de adentro que los de afuera los ves venir”.

Por supuesto, tiene su opinión sobre lo sucedido en las urnas el último domingo, pero también de la política general. Pedro sabe de lo que habla, durante 20 años fue el intendente radical de Rada Tilly, un poblado del sur Chubut que desde el retorno a la democracia elige a la UCR por encima del peronismo. 

Durante su gestiones mantuvo buena relación con el partido opositor, es que como dice Comodoro y Rada Tilly tienen intereses conjuntos. Pero más allá de la política, Pedro Peralta también es protagonista fundamental de una historia que en su momento sacudió al país: la venta de donaciones que iban destinadas a los soldados de Malvinas; una historia que espera convertirse en documental, a través de Operación Chocolate. Pero vamos al principio.

EL CHOCOLATE MÁS AMARGO

En 1982, cuando empezó la guerra, Pedro ya había regresado a Comodoro Rivadavia, tras haber estudiado en la Universidad de la Plata. Trabajaba como médico en el sanatorio Cruz Azul, que funcionaba donde hoy está el Anexo de la Española, a solo dos cuadras del comercio que tenía su papá, la histórica Casa Peralta.

Recuerda que el día que se recuperaron las islas, su hija Mariel estaba en el jardín y junto a su esposa, ante el miedo y la incertidumbre, fueron rápidamente a buscarla. Mientras tanto, mucha gente salía a las calles a celebrar la recuperación.

“Mucha gente lo tomó con ese triunfalismo. Galtieri llenó la plaza de Mayo, pero era Galtieri no era Perón y una semana antes había habido una masacre en una movilización del Movimiento Obrero. Somos muy exitistas”, recuerda con un sabor amargo.

La Guerra de Malvinas en Comodoro se vivió principalmente en el Hospital Regional de la ciudad, que el 2 de abril tuvo su bautismo, cuando llegó el primer herido en combate. Por entonces, Peralta era un joven médico y solo trabajaba en el ámbito privado, allí donde un día un colega, el doctor Padovano, le mostró algo que cambió todo.

“Un día entró un colega a la sala de médicos y me dijo mirá lo que compró mi sobrina, (Silvana Daniela Pérez). Traía una carta dirigida a un soldado que había encontrado dentro de un chocolate. Decía algo así como: ‘para que te endulce los días fríos de Malvinas’. El chico la había puesto entre el chocolate y el papel metálico que lo envolvía, por dentro. A mi me agarró una indignación terrible porque uno escuchaba todos los días las cosas que había donado la gente y después escuchabas ese relato tan afín a decir lo que no es: ‘Estamos ganando’, ‘Hundimos al invencible’, así que le dije a este médico que quería escribirle a los padres de este chico, que se lo traslade a los padres de su sobrina. Quería que sepa, porque quizá ellos pensaban que su nene había enviado un chocolate a un soldado de Malvinas y no era así; lo habían vendido en un comercio de Comodoro”.

La abuela con la nena que compró el chocolate donde estaba la carta enviada al soldado.
La abuela con la nena que compró el chocolate donde estaba la carta enviada al soldado.

Una vez que tuvo autorización, Pedro escribió a los padres de Gustavo Gabriel Vidal, quien había escrito la carta, y les envió una fotocopia de la misma, la cual decía: “Buenos Aires. 24.4.1982. Que este chocolate te endulce un poquito en esos días fríos de las Malvinas. Te saluda, un futuro soldado de 7 años. Gracias por defender mi patria. Gustavo Gabriel Vidal”, y su dirección.

En su respuesta, Pedro le contó a la familia Vidal lo sucedido y les dijo: “Fue hallada en un chocolate Noel para taza que fue adquirido en un comercio de Comodoro. El suyo parece no ser el único caso. El significado es claro: nos han engañado y usado. Nuestros soldados pasaron hambre y volvieron desnutridos, mientras quienes debían protegerlos y guiarlos, comercializaban los que miles de familias enviaban”.

La historia del intendente de Chubut que fue clave para develar la venta de donaciones que iban destinadas a los soldados de Malvinas

Tras esa carta, con fecha de emisión 30 de junio de 1982, la vida continuó para Peralta. La guerra había terminado y el país de a poco se iba dando cuenta de lo que realmente había sucedido en el campo de batalla, donde los soldados no estaban gordos tal como había dicho Galtieri, y donde el pie de trinchera había hecho estragos, siendo el mejor reflejo de lo que había pasado en las islas.

Pero un día una visita inesperada sorprendió al médico. Rodolfo Zibell, periodista de la Revista Gente, llegó al sanatorio Cruz Azul buscando a P.P, quien firmaba la carta enviada a la familia Vidal. 

La historia finalmente fue tapa de la Revista Gente con testimonios de la familia Vidal, Pedro, y también el padre Juan Corti, capellán de la Fuerza Aérea y la Policía Federal, que confirmó lo sucedido y dijo saber dónde se vendían las donaciones de Malvinas. Esto ayudó a Pedro, ya que no era un loco que andaba divagando por la vida. 

Para los protagonistas no fueron tiempos fáciles. Cuenta Pedro que a la familia Vidal la invitaron a cenar a la casa de la hermana del general Cristino Nicolaides. Mientras que a él lo citaron al Comando de la IX Brigada Mecanizada y le hicieron saber por terceros que estaba en una lista y debía dejar la zona.

“Se puso feo el tema porque todos estábamos al tanto de lo que estaba pasando, pero al salir eso en la Revista Gente ya era muy grave”, recuerda Pedro. “Aparte habían sacado foto a la carta que yo escribí que se iba a otro extremo, porque en realidad lo del chocolate era un símbolo, porque eran muchas las cosas que se habían donado y vendido. Pero fueron tiempos difíciles. Recuerdo que al periodista, en la Mesopotamia, lo agarró en un hotel una patota y le pegó una paliza. En la revista siguiente salió él con un ojo morado. Y a mi me citaron del Juzgado Federal”. 

Por ese entonces el juez Rago, era secretario del juzgado. Él fue quien lo entrevistó y le dio un consejo muy valioso: “cuando vaya al Comando dígale que está actuando la Justicia Federal”.

A la distancia, Pedro reconoce que ese consejo fue muy útil, ya que aquella noche que lo citaron tenía miedo, tanto que incluso le pidió a un colega que lo siguiera para que vea el momento en que ingresaba al edificio del Ejército. 

Esa noche esperó ser atendido. Sin embargo, luego de unas horas le pidieron que vuelva otro día a la mañana. “Cuando entré al Comando tenían la Revista Gente ahí, mi carta, la original y había algunas cosas para amedrentarme. Estaba tan jugado que tenía miedo por la familia, pero cuando dije que ya tenía conocimiento el Juzgado Federal cambiaron su actitud”.

Ese día Pedro salió tranquilo del comando, pero el hostigamiento continuó. El teléfono, que en ese momento era fijo y a tubo, a veces sonaba pero nadie hablaba. También sentía que a veces lo seguían. Lo peor de todo fue cuando una vecina le hizo saber un mensaje que le dejó la policía a modo de advertencia, que “formaba parte de una lista y estaba con una marca”. El consejo era que se fuera de la ciudad.

“No se porque pero no me fui. Por suerte no pasó a más de eso. Ellos ya venían debilitados”, reconoce Pedro a la distancia.

Con los años, el por entonces jefe comunal terminó entablando una relación con la familia Vidal y en dos oportunidades se visitaron. En una, ellos vinieron a Rada Tilly, y en otra, Peralta estuvo en su casa de Villa Ballester.

Con solo 7 años Gustavo Vidal tuvo su primera desilusión política: envió una carta a un soldado con un chocolate y nunca llegó, se terminó vendiendo en un kiosco.
Con solo 7 años Gustavo Vidal tuvo su primera desilusión política: envió una carta a un soldado con un chocolate y nunca llegó, se terminó vendiendo en un kiosco.

Hace unos años, tras dejar la intendencia de la comuna, otra vez la historia del chocolate volvió a tocar su puerta. Esta vez una productora, que había conseguido financiamiento del INCAA, quería filmar un documental sobre la historia.

"Operación Chocolate" ya tiene su avance, pero aún no se entrenó. Del mismo participó aquel nene que con solo 7 años tuvo su primera desilusión política, aquella que le impidió hablar del tema gran parte de su vida, y que hoy sueña con que llegue a la pantalla grande. 

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