COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) – Luchador, trabajador, amante de los valores y la familia. Así define Marina a Lucas Campos (67), su papá, uno de los dos protagonistas de esta crónica junto a Joaquín García; un inmigrante español que construyó su vida en la zona norte de la ciudad, pero por el aislamiento quedó varado en Necochea, donde todos los años veranea junto a su esposa, Mirta.

Hoy en Argentina se celebra el Día del Padre y no va a ser un domingo más, mucho menos para estas dos familias. Esta vez hay que conformarse con una llamada a la distancia, un regalo por delivery o una palabra de aliento a ambos lados del celular. Los casos de coronavirus que se registraron en las últimas semanas en Comodoro y Rada Tilly obligaron a recluirse en el seno del hogar, y cuidar tanto a los adultos mayores como al resto de la familia.

Marina lo sabe. Por esa razón, admite que este no será un Día del Padre más. Hace varias semanas que los ocho hermanos no se juntan a sentir el aroma del propio hogar.

“Siempre nos juntamos, ahora no vamos a poder. Siempre respetamos lo que dijeron las autoridades y gracias a eso estamos bien. Generalmente lo llamamos a la noche y después nos juntamos en la casa de mis papás. Somos mucho de compartir, cada uno lleva un poquito, pero siempre el motivo es juntarnos. Ahora vamos a estar lejos, pero tratar de estar cerca para acompañarlo en este momento”, reconoce Marina en una entrevista con ADNSUR.

Día del Padre en aislamiento por coronavirus: algunos cerca pero lejos, y otros a cientos de kilómetros

Lucas tiene 8 hijos. Marina es la tercera de la primera tanda, “antes de cristo” dirá él después al contar que junto a su esposa son católicos apostólicos practicante y colaboradores de la Iglesia San Jorge del barrio Ceferino, donde viven.  

Amante de sus nietos y chistoso por naturaleza, Lucas nació en Tecka, la cordillera, es descendiente de Pehuenches y los primeros años de su infancia vivió en el campo. Su papá era puestero.

Cuando tenía 8 años sus padres lo trajeron para Comodoro. El progreso estaba en la ciudad de petróleo de la mano de YPF.

Fue al final de la década del 50 cuando vinieron a vivir al José Fuchs. Allí Lucas pasó su adolescencia y conoció a su esposa, Alba. Ambos vivían en el barrio e integraban una comisión juvenil para apoyar a la comisión del barrio. El papá de Alba, José Manuel Barros, era el presidente del sector.

Lucas ya estaba de novio cuando entró al petróleo, primero a una empresa privada y luego en la misma compañía estatal en que se jubiló su papá.

“Trabaje 40 años en el petróleo. Comencé en el año 72 en Bridas, y estuve hasta fines del 73 y en el 74 ingrese a YPF. El 8 de diciembre del 73 nos casamos con Alba, mi esposa, y el 11 de enero YPF me llevó a Tierra del Fuego, Rio Grande”, contó.

Lucas estuvo 3 años en la provincia del fin del mundo y cuando volvió decidió renunciar. En esa época era tanta la diferencia salarial con otras empresas que cuando se cambió de compañía pasó a ganar tres veces más.

A lo largo de su carrera en la industria, este hombre de tono tranquilo y que le gusta sentirse util pasó por diferentes empresas: Quitralco, Pérez Companc y Astrafor. Pero en el 83 se le “ocurrió ganar plata” e intentó tener suerte en la pesca.

“Estuve embarcado en el Golfo, pero aguante dos meses nomás. Era muy buena plata pero había que vivir en el mar y con Alba teníamos tres hijos (Gustavo, Néstor y Marina), así que le dije a los muchachos ‘yo llegue tarde’, no estaba preparado para estar tanto tiempo fuera de mi casa”, recordó.

Lucas volvió al petróleo en Petroquímica. Estuvo 10 años hasta que la empresa entregó las áreas. Por ese entonces ya había agrandado la familia y vivía en el barrio Ceferino, a donde se quedó para siempre.  

Tras pasar por varias empresas y un intento de jubilación frustrado, Lucas se retiró del petróleo en 2013, desde entonces se dedica a su familia: sus 8 hijos y sus 13 nietos, “el amor de su vida”, según cuenta Marina. En la actualidad también colabora con el programa “Comodoro, ayer hoy y siempre” que conduce José Reuter en Punta Borja (domingo a las 17:00).

“Nuestra idea era tener cuatro hijos, primero tuvimos tres, que yo digo antes de cristo porque no estaba tanto en la iglesia, pero bueno Dios multiplicó y después de Yoli vinieron Jeremías, Esteban, Carlitos y Luquitas, todos ellos son del Ceferino”, contó.

Cuando habla de la familia a Lucas a se lo escucha contento. Sin embargo, no puede evitar lamentar lo que está ocurriendo en este momento. “Siempre cada encuentro fue una fiesta, pero ahora no nos dejan”, dice con un tono que evidencia sus sentimientos. “Es algo muy lamentable. Va a ser un día atípico”, agregó este hombre que a diario recibe los llamados de sus hijos a través de Zoom, la aplicación del momento que permite mantenerse conectado pese a la distancia que impone el aislamiento.

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LA HISTORIA DE JOAQUÍN

Son las 11 de la noche del viernes y Joaquín, el otro protagonista de esta crónica, descansa junto a su esposa Mirta en su casa de Necochea, la ciudad adónde van todos los años a veranear.

Esta vez las vacaciones se extendieron hasta el invierno patagónico, pero de manera obligada; el coronavirus aisló Necochea y prohibió el libre tránsito en las rutas argentina.

María José, una de sus hijas, desde Comodoro, a miles de kilómetros, reconoce que es difícil la distancia, algo a lo que no está acostumbrada la familia. “Es la primera vez que nos separamos tanto tiempo y a medida que van pasando los meses van pasando fechas. Los dos cumplen años en abril, ahora es el Día del Padre, somos muy unidos. Gracias a Dios la tecnología nos acerca, pero falta el abrazo, el mimo, el beso, algo a lo que mi familia está muy acostumbrada”, admite la mujer que define a su papá como un "viejo divino".

Es que los sentimientos no miden kilómetros, tal como tambén refleja Joaquín, quien en el centro de Argentina siente lo mismo que su hija. “A medida que se acerca el día me estoy poniendo un poco triste porque son muchos años que lo paso con ellos. Voy a extrañar mucho, pero lo bueno es que los veo por teléfono. Nos hablamos todos los días, y como dijo ‘el paisano a mi lo que me interesan son los regalos’”, dice entre risas para cortar el trago amargo de la pregunta.

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UNA HISTORIA DE INMIGRANTE

Joaquín tiene 78 años, nació en Andalucía, España y cuando era chico se vino a vivir a Argentina con sus padres y hermanos. Tenía unos 8 años, pero aún recuerda los 28 días en barco, el paso por puertos de Italia y Brasil – entre otros - y la llegada a Buenos Aires.

Comodoro Rivadavia fue el primer destino de su familia. Astra su lugar en el mundo. Sin embargo, luego de unos años sus padres decidieron irse a Necochea; la hostilidad del clima no era para ellos.

“En esa época había semanas y semanas de viento fuerte. Me acuerdo que dejábamos la pala adentro porque a la mañana había que palear la tierra voladora que había en la puerta, igual que la nieve”, recuerda sobre esos de crudo invierno patagónico.     

Ya en Necochea Joaquín comenzó a trabajar en Chevrolet y su padre en una metalúrgica que hacia trabajos para Comodoro. Pero a los 20 años decidió irse a España a cumplir el servicio militar con un compañero.

La idea era irse juntos porque facilitaba las cosas. Sin embargo, su amigo decidió quedarse y él se vio obligado a cambiar de planes. Comodoro fue su primera opción y nunca más se alejó.

En esta ciudad Joaquín conoció a su esposa, Mirta, oriunda de Kilómetro 5. Con ella tuvo a sus cuatro hijos: Marcelo, María José, Daniel y Mariana.

En su vida trabajó en Chevrolet y luego ingresó a la Usina, en su época dorada. “Cuando la dejó YPF y lo tomó Aguas y Energías fui el primero que entró y me termine jubilando ahí. Era una gran empresa”, recordó en diálogo con ADNSUR.

Desde entonces, Joaquín y Mirta todos los años pasan el verano en Necochea, donde construyó su propia casa gracias a apostar siempre a los ahorros, una costumbre que tuvieron quienes vivieron la guerra o la pobreza. Reconoce que es un placer, pero esta vez fue demasiado.

“Ya estoy empachado. Vine en enero y todavía estoy acá. Todos los años venimos, pero siempre vienen mis hijos, entonces no extraño mucho porque los veo. Pero ahora se fueron todos y quedamos solo pasando el tiempo con la tele y las cartas. Esto esta bravo, pero no queremos correr riesgo. Estamos tranquilos”, indicó el hombre, sabiendo que hoy será un Día del Padre distinto, pero por supuesto no faltará el cariño.    

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