Un hombre baja de la autopista a la ciudad para comprar alfajores luego que escuchó la noticia en la radio. En el colegio de su hija entre sus compañeros hablan de los alfajores, e incluso la seño le manda sus felicitaciones a modo de saludo por el logro recibido. El nombre de Anabella Arias Illanes y Alejandro Gómez, su esposo, por estos días suena en todos lados. Hace una semana, fueron premiados en el Mundial del Alfajor que se celebró en Buenos Aires y desde entonces todo es adrenalina para ellos. Es que la noticia no sólo hizo ruido en Córdoba, sino también en el resto del país, especialmente en Chubut, la provincia donde Anabella nació.

DE LA COSTA A LAS SIERRAS

Anabella es oriunda de Puerto Madryn, la ciudad donde vivió hasta los 18 años, cuando se fue a estudiar a Córdoba, siguiendo los pasos de su hermana, quien ya estudiaba en esa provincia.
Nutrición fue la carrera que eligió para su vida, apostando a los datos de un test vocacional que la orientó por el camino de la salud y la vida sana. Así, en 2006, tras su paso por la escuela de la Costa, siguió su camino en la capital del cuarteto.

Llevaba cuatro años viviendo en esa ciudad cuando conoció a su marido, un muchacho de Marcos Juárez que hoy se dedica al campo. El flechazo fue para siempre, por eso cuando se recibió decidió mudarse para esa ciudad, ubicada a 263 kilómetros de la capital. 

Juntos llevaban una vida tranquila con sus pequeños hijos. Alejandro se dedicaba a administrar un salón de fiestas que tenía, mientras que ella trabajaba en su consultorio y siempre buscaba algo más para emprender. 

Es que Anabella hizo de todo: vendió ropa de bebés, hizo golosinas personalizadas para los Candy bar y cumpleaños y estudió para chef. Sin embargo, un programa de televisión iba a cambiar todo para ella y su familia.

Anabella junto a su Alejandro y sus hijos.
Anabella junto a su Alejandro y sus hijos.

Cuenta ella que un día de inicios de 2019, estaba viendo un programa de cocina donde estaban haciendo alfajores. Le interesó la idea e hizo una receta para probar. Como le gusta la combinación de fruta y dulce de leche le agregó un corazón de frambuesa y, sin saberlo, estaba creando su propio emprendimiento productivo. 

En total, esa tarde cocinó tres docenas. Algunos los comieron ellos y otros los llevaron el domingo a la casa de su suegra. Y así, entre charla y sobremesa surgió una idea: hacer alfajores para vender.

A Anabella le gustó la idea y decidió avanzar con su emprendimiento. Sabía que tenía que crear un logo, encontrar la identidad y definir las recetas. Pero faltaba algo más, articular el proyecto con la nutrición y que no suene como algo contradictorio. Así surgió la idea de promocionarlo como un gusto consciente, con la intención de que aquella persona que lo compre, lo disfrute y lo saboree.

Tres meses después, Anabella comenzó a vender alfajores en Marcos Juárez, pero también en Madryn, aprovechando que su papá había viajado a visitarla; y fue un éxito, tal como recuerda la emprendedora en diálogo con ADNSUR.

“Toda la gente que compraba nos etiquetaba en Instagram ‘el momento Ganash’ y fue creciendo y fue creciendo, y en septiembre, octubre, me pedían y tenía demora de tres semanas. Ale imprimía y cortaba. Toda la noche nos quedamos envolviendo, y al lado vivían mis cuñados y venían a ayudarnos. Pero fue una locura, porque empezamos con algo chiquito y creció enseguida”.

Sabiendo que los alfajores eran su actividad secundaria, en el verano del 2020 el matrimonio decidió pausar la elaboración. El calor de la zona hacía difícil trabajar el chocolate y Anabella quería viajar a Puerto Madryn, como hace todos los años, para visitar a su familia.

Pero la pandemia iba a cambiar rápidamente los planes. Por la suspensión de actividades, Alejandro tuvo que dejar de trabajar en el salón y en abril, aprovecharon ese raro momento y comenzaron nuevamente a fabricar alfajores, siendo otra vez un boom. 

“Fue un boom. Ahí aumentamos un montón la producción. Vivíamos de Ganash y empezamos a vender en los kioscos, el súper. Nos fue tan bien que en octubre nos compramos la bañadora de chocolate, que fue nuestra primera máquina”, recuerda Anabella.

La marca se fue consolidando de a poco, y cada vez la pareja comenzaba a vender con más fuerzas. El verano siguiente, otra vez volvieron a cortar, pero esta vez sabiendo que en febrero se retomaba la producción. 

El 2021 fue el año en que la marca comenzó a expandirse más allá de Marcos Juárez. Ese año realizaron la habilitación municipal y participaron en la Fiesta Nacional del Alfajor en La Falda, su primera gran experiencia, donde compartieron su emprendimiento con Maru Botana, Pedro Lambertini, y otros alfajoreros.

Ese año también entraron en el programa Vidriera Productiva del Ministerio de Agricultura de Córdoba, que apoya a productores que utilizan agroalimentos. A través de ese programa participaron en diferentes ferias, entre ellas AgroActiva, su primera gran feria.

A ese megaevento llevaron 160 docenas de alfajores para cuatro días y al tercero se quedaron sin stock. Para ellos fue un gran éxito, no solo por la venta, sino porque los conoció gente de Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires, y comenzaron a crecer las consultas en Instagram. 

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Gracias a ese programa, también pudieron acceder a la habilitación nacional de su emprendimiento, lo que les permitió estar en la última edición de la Rural de Palermo. 

Cuenta Anabella, que en la previa les advirtieron que en esa feria el público se iba a multiplicar por cinco, y no le mintieron. Para ir, elaboraron 420 docenas de alfajores y tuvieron que abocarse exclusivamente a esa tarea. Así, sus hijos aprovecharon para visitar a sus abuelos y luego a sus tías.

A la Rural de Palermo llevaron 5000 alfajores y sólo le quedaron 60. Sin embargo, lo mejor estaba por llegar. 

Alejandro y Anabella en la Rural de Palermo, el evento más grande del que han participado hasta ahora.
Alejandro y Anabella en la Rural de Palermo, el evento más grande del que han participado hasta ahora.

UNA EXPERIENCIA MUNDIAL

Mientras que Anabella y Alejandro se preparaban para la Rural de Palermo, uno de los integrantes del grupo de alfajoreros comentó en WhatsApp que en Buenos Aires se iba a realizar un Mundial del Alfajor. A Anabella le gustó la idea y, a pesar de todo el trabajo que tenía, decidió presentar dos sabores: Dulce de leche clásico y dulce de leche con frutos rojos, su preferido. 

Como tenía que viajar a Buenos Aires para la Rural, decidió llevar las muestras personalmente a Caballito, sabiendo que el campeonato comenzaba un día después que terminaba la Rural y que no iban a asistir con un stand de venta. 

Así, como no tenían producción y el tiempo no les daba, asistieron como observadores y siguieron a la distancia la cata a ciegas del jurado; una prueba en la que participaban 350 alfajores de diferentes países.  

La evaluación en principio era jueves y viernes, pero por la cantidad de representantes se extendió hasta el sábado. Ese día, ellos estaban en el campo, sin señal y con una mínima esperanza de ganar, pero sin ilusionarse. A fin de cuentas, eran más de 300 postulantes en la competencia. Sin embargo, cuando volvieron a la ciudad, la sorpresa iba a ser mayúscula.

Primero se enteraron que el premio mayor lo había ganado una chica de Mar del Plata; pero luego un alfajorero informó que estaban publicados los resultados generales, y al revisar la web, encontraron su alfajor entre los ganadores: habían obtenido la medalla de plata a Mejor Alfajor Simple, por aquella receta que incluía dulce de leche y frutos rojos. 

Anabella admite que “fue una emoción muy grande. No lo podíamos creer. Empezó una revolución para nosotros".

Pero solo era el principio, ya que por estos días todavía viven la fiebre del Mundial, tal como cuentan. "Nos llaman periodistas de Córdoba, de Buenos Aires, aumentó la demanda exponencialmente, así que estamos viendo cómo hacer para no desbordarnos, pero estamos expectantes de todo lo nuevo, tratando de seguir con toda esa ola de cosas buenas, de muchos pedidos”.

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Lo cierto es que ya en la Rural de Palermo habían cerrado trato con un local de Buenos Aires, pero tras el Mundial también los llamaron de Villa General Belgrano y Córdoba, y muchos negocios de Marcos Juárez que todavía no vendían la marca.

Es que en la ciudad por estos días hay fiebre por probar el alfajor que los llevó al reconocimiento mundial. 

Anabella admite que son días caóticos pero hermosos a la vez y, lejos de quedarse con el premio quieren ir por más y aprovechar el envión que tuvo Ganash. “Queremos hacer crecer la fábrica sin dejar nuestras actividades, vamos a tratar de sumar una máquina que nos agilice el tiempo, quizás una dosificadora de dulce de leche, pero manteniendo la esencia del trabajo casero, porque la base sigue siendo artesanal. La idea es aprovechar este empujón y seguir creciendo. A fin de mes vamos a estar en un congreso nacional, en septiembre en la Rural de Jesús María y en octubre en la Fiesta del Alfajor en La Falda. Estamos contentos, pero sabemos que tenemos que parar y darnos cuenta que nos está pasando esto a nosotros, porque es muy lindo, la gente te hace ver el orgullo de que un producto local esté representado a nivel mundial y pensar ‘es algo que hicimos nosotros, que estamos haciendo con nuestras manos’, es muy loco, por eso queremos agradecer todo el valor que le dan los otros a lo que estamos haciendo”.

Por estos días, la fábrica de Ganash no para y el trabajo tampoco. Ya vendrán tiempos para volver a Puerto Madryn, su ciudad natal, allí donde comenzó todo, y donde están sus grandes afectos de la vida, el lugar donde está la mitad de su corazón, como dice, su lugar en el mundo.

Anabella junto a su padre, su hermana y su abuelo en Puerto Madryn.
Anabella junto a su padre, su hermana y su abuelo en Puerto Madryn.
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