Son las dos y media de la tarde en Ucrania. En Rada Tilly, todavía no sale el sol. La noche se extiende cuando casi ya es media mañana y muchos ingresan a su horario laboral. Sergio Jerosimich, el protagonista de esta historia, aún no termina con el trabajo que demandó cocinar para 300 personas y se prepara para volver al lugar donde por estos días se encuentra alojado. Entre paso y paso, atiende a ADNSUR como estaba pautado y explica parte de lo que está haciendo en Ucrania, país que se encuentra en Guerra con Rusia. 

Vinimos con el propósito de ayudar en lo que sea y se dio la oportunidad de estar ayudando. Justamente, el cocinero que es de Rumania, tuvo que viajar así que nos hicimos cargo con mi esposa de la cocina para ayudar a la gente; muchos desplazados, personas que no están con su familia”, cuenta.

Ese día Sergio y Elsa con otros ayudantes cocinaron tres contenedores de ensaladas de repollo y zanahoria; un guiso de porotos con carne de cerdo; y una sopa bien cargada. Un almuerzo “bien completo” que ayuda a apaciguar el hambre.

Lo cierto es que esta no es la primera vez que Sergio y Elsa ayudan a otros. Ya lo hicieron en Guinea Ecuatorial, pero también en el sur de la Patagonia, donde en invierno las mañanas se hacen mucho más oscuras.

El matrimonio desde hace años realiza un trabajo de misionero por el interior de la provincia. Ese fue el motivo que los trajo desde Chaco, cuando decidieron migrar a Rada Tilly, en tiempos en que la localidad era solo un pequeño poblado de 2000 habitantes, tres avenidas y una sola asfaltada, la Moyano. 

LOS INICIOS EN LA VILA

Por entonces Sergio tenía 27 años y dos hijos fruto de su matrimonio con Elsa. Eran jóvenes, querían venir al sur a profesar su fe, y el destino les puso al frente a Gunnel Englund, un pastor misionero sueco que fundó la primera institución civil y religiosa de la villa, hoy conocida como La Casa de Dios.

“Así llegamos a Rada Tilly, por el pastor sueco. Nosotros le expresamos nuestro deseo que teníamos de venir hacía el sur, hacía la Patagonia y él nos hizo la invitación para que conozcamos, ya sea Esquel o Rada Tilly, y preferimos ir a Rada Tilly, pero con una consigna: mayormente trabajar en los pueblos del interior, no solo llevando la palabra sino ayudando".

Así Sergio y Elsa llegaron a la villa. Por entonces sólo tenías dos hijos. Luego llegarían los tres restantes que completan la familia.

Sergio cuenta que los chicos llevaron una vida normal, como todo argentino. Realizaron la primaria y la secundaria, y colaboraron en el crecimiento de la iglesia, que era muy distinta a lo que es ahora.  

“Cuando llegamos solo estaba la primera parte, un templo pequeño de 6 x 10, y la casa de 5 x 7. Era muy pequeño el lugar pero se fue desarrollando por el mismo trabajo del grupo, empezamos a ampliar y hacer lo que hoy es", recuerda.

Sin grandes lujos, ni fachada. Así es la Casa de Dios de Rada Rilly.
Sin grandes lujos, ni fachada. Así es la Casa de Dios de Rada Rilly.

Sergio cuenta que cuando llegó no quería condicionarse, por eso aprovechó sus conocimientos como técnico nacional para trabajar en soldadura y herrería. Así, por muchos años fue el pastor soldador de Rada Tilly. La actividad le permitía manejar sus tiempos, seguir transmitiendo la palabra de dios y hacer trabajo de misionero, tal como se habían planteado en un inicio.

Es que durante toda su vida, este matrimonio se abocó a ayudar a otros, no solo en la zona, sino también en el interior de la provincia, como en Facundo donde hoy existe un templo de la Casa de Dios. 

Pero en tiempos de pandemia, el pastor cambió la soldadura por la poda, y la leña que obtuvo la donó a familias de distintos barrios de Comodoro, desde el Stella Marís, el 17, y también el interior de la provincia, ya que suelen viajar a diferentes poblados, desde José de San Martín, hasta Colan Conhué, Esquel, Cerro Centinela, Ricardo Rojas, El Chalía y Lago Blanco.

“Son los lugares que normalmente visitamos, asistiendo, llevando ropa, visitando. Atendiéndolos a ellos cuando vienen para el hospital o para algún trámite. Entonces es mutuo el trabajo. Pasa desapercibido, pero lo hacemos constante y permanentemente. Muchas veces proveyendo leña para Facundo que no tienen y que corto yo mismo. Pero la actividad no es uno; el trabajo es de todos, porque también hacemos un trabajo en la zona de la extensión de Comodoro, haciendo una merienda para los chicos, y estuvimos cuatro años ayudando a familias del basural y a 25 familias de quienes estaban presos en el 2001".

DE LA PATAGONIA A EUROPA

Hace un tiempo cuando se enteraron de lo que sucedía en Europa del Este, Sergio y Elsa sintieron la necesidad de ayudar. Sabían lo que sucedía en el lugar y se imaginaban lo que significaba en la vida de la gente. Sin embargo, eran conscientes de la distancia entre Patagonia y esas tierras.

Pero todo cambió cuando recibieron una invitación para participar de un proyecto que planeaba llevar familiares de ucranianos a esas tierras. Como sus abuelos son de esa zona de Europa, no dudaron e intentaron sumarse, pero el destino tenía otros planes. 

“Siempre estuvimos orando y pidiendo a Dios por los que sufren, porque no solo los ucranianos sufren, los rusos también. Son pueblos casi con la misma identidad. Pero hace un tiempo nos invitaron a este proyecto con unos hermanos misioneros para dar una mano a la gente desplazada y nos pusimos a ver cómo era. Estábamos en eso, cuando me llamó un cuñado que tengo en Estados Unidos y me pidió que vaya urgente a instalar una máquina que había comprado. Necesitaba instalarla, nivelarla y ponerla en marcha. Me acuerdo que dijo que tenía que viajar al otro día, pero con una condición: que lleve a la hermana, mi esposa. Yo pensé enseguida ‘esto proviene de algo más allá, nuestro deseo se está cumpliendo’, porque entré a sacar números y viajar desde Estados Unidos nos costaba mucho menos, era más cerca que desde la Patagonia y no teníamos que estar esperando a ver qué iba a pasar, sino que podíamos dar ese salto de un lado a otro, trabajando un poco y cubriendo los gastos”.

Así, Sergio y Elsa viajaron a Estados Unidos. En ese país durante un mes Sergio trabajó en la instalación de la máquina y otras tareas, y una vez que cubrieron el costo de los pasajes, compraron los tickets y volaron a Ucrania.

LA GUERRA EN PRIMERA PERSONA

Hace casi dos semanas ellos llegaron a la zona de desplazados, en un viaje con más incertidumbre que certezas. “Veníamos con la incertidumbre de lo que significa cruzar la frontera, dónde vamos a estar, cómo ir. Así que viajamos a Varsovia, Polonia, y a través de otros pastores y el contacto con la gente de Remar, que también está en la zona nuestra, nos sumamos a un proyecto hermoso, instalando carpas, haciendo comidas, asistiendo a los desplazados y refugiados. No hay multitud en las calles, están reubicados, pero muchos tratan de no irse por la locura de la guerra y a esa gente se asiste".

Sergio insiste en que la situación es incierta y el miedo persiste entre los desplazados. "Hay mucha incertidumbre. Días atrás hubo bombardeos muy cerca del bivd, sonaron las alarmas y realmente es muy feo. No es grato, sobre todo a los que han sido bombardeados en su lugar, en la zona oeste, que están con mucho miedo, mucho temor”.

En su visita, el matrimonio también visitó un campamento de refugiados, donde quienes viven “tienen lo mínimo indispensable”: una cama cucheta, un comedor comunitario.

El histórico pastor evangélico de Rada Tilly que cocina para 300 ucranianos desplazados por la guerra

El pastor asegura que la situación en la zona es difícil, pero todo el mundo que asiste a voluntarios solo trata de ayudar, sin religión de por medio ni ideologías. “No hay carteles y tampoco se está preguntando si van a la iglesia o no. Es un trabajo solidario para todos. Lo que nos duele es ver a tantos ancianos, algunos con muchos años, que nos han comentado: 'es tan doloroso haber vivido la guerra cuando éramos niños y hoy ya viejos tenemos que volver a irnos por causa de la guerra y la locura de algunos’. Nosotros solo escuchamos, acompañamos y apoyamos, porque como siempre dijimos estamos para servir, todo es un acto de fe”, sentencia el pastor que junto a su esposa viajó desde la Patagonia para ayudar a los desplazados ucranianos. 

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